La raza criollo de América Latina desciende (como todos los caballos del continente americano) de los caballos ibéricos importados por los colonos españoles en la conquista del “nuevo mundo”. Hablamos de caballos españoles, portugueses e incluso árabes, que fueron abandonados a su suerte cuando su labor ya no era necesaria y que se adaptaron al hábitat de las grandes llanuras de América del sur.
Pero no fue sencillo adaptarse. Y esta adaptación impuso una selección natural muy severa, en la que sólo los más fuertes lograban sobrevivir y reproducirse, defendiéndose de peligrosos depredadores o sobreviviendo a climas extremos. Y todas estas adversidades formaron al actual caballo criollo, raza son una gran resistencia, sobriedad y fortaleza.
Las características del caballo criollo no son del todo homogéneas, ya que en los distintos países del continente se ha ido desarrollando de diverso modo. Pero sí presentan unas características comunes.
Por ejemplo, la alzada oscila entre los 140 y los 150 centímetros. Además, presentan un cuerpo compacto y musculoso, siendo capaces de cargar con pesos considerables. Su cabeza, pequeña igual que el cuerpo, es ancha. Su cuello está muy musculado al igual que los cuartos y las patas.
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