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Escolopendras

Escolopendras

Las escolopendras pueden darnos la impresión que son grandes ciempiés, sin embargo, cuentan con algunas diferencias tanto físicas como de comportamiento, siendo uno de los insectos más comunes que se encuentran que usan veneno tanto para atacar a sus presas como para defenderse.

Características de las escolopendras

El nombre científico de este insecto es el de Scolopendra morsitans, aunque actualmente se han dado a conocer alrededor de 80 especies diferentes, sabiendo que podría existir muchas más de las que se han identificado. Todas especies se reparten por todo el mundo, como más adelante tendrás el privilegio de comprobar.

Tal y como hemos dicho anteriormente, las escolopendras y los ciempiés guardan cierta similitud, ya que ambas se encuentran dentro de la clase de los quilópodos, pero estos insectos venenosos se encuentran dentro del orden taxonómico Scolopendromorpha.

La anatomía de la escolopendra cuenta con cuerpo alargado que puede llegar a medir unos 20 centímetros o en muchos casos incluso más. La cabeza se encuentra en un extremo y se puede detectar unas antenas de gran tamaño y unas mandíbulas muy poderosas, que como comprobarás en el apartado de la alimentación de estos insectos será capaz de causar mucho daño. El tórax estará segmentado, haciendo posible que pueda girarse con mayor rapidez, conservando su resistencia. Cada uno de esos segmentos (teniendo en total 21) cuenta con un par de patas, las cuales tienen una terminación en uña, dándole la posibilidad de escalar y agarrarse firmemente a cualquier terreno. De estas patas, las que se encuentran más cerca de las mandíbulas se las llama forcípulas, ayudando a agarrar mejor a su presa mientras que, con las mismas, le aplica el potente veneno que consigue paralizar a la víctima.

Exceptuando las patas forcípulas y el par de patas anales, todas les sirven para marchar. En el caso de las dos últimas que se encuentran cerca del ano del insecto, las va arrastrando, pero les servirá tanto para defenderse si le atacan por esta zona de su cuerpo, o para atraer al sexo opuesto en el apareamiento. Cuando hablamos del tamaño de las escolopendras, las hembras son mucho mayores que los mayos.

Alimentación de las escolopendras

Rara vez se va a ver a una escolopendra cazando para alimentarse durante el día, prefiriendo la oscuridad para buscar a sus presas. Dentro de su menú habitual se pueden encontrar desde otros insectos, tanto más pequeños como de un tamaño considerable, siempre que tenga oportunidad de ganar la batalla, otras escolopendras y es capaz también de comer pequeños vertebrados como ratones, ranas o lagartijas. En los casos más difíciles, utiliza su veneno para paralizarlas, usando una táctica de ataque muy parecida a la que siguen muchas serpientes constrictoras, enrollándose a su víctima, evitando su escape y luego clavándole las mandíbulas e inyectándole el veneno.

Hábitat de las escolopendras

La escolopendra es un insecto venenoso muy territorial, y al que le gusta defender su territorio hasta la muerte si hiciera falta. Para esto utiliza su fuerza y su rapidez, pero su mejor arma es su veneno, uno de los más potentes que se pueden encontrar, pudiendo hacer frente a muchos otros insectos de gran tamaño.

Si queremos encontrar a una escolopendra, la tendremos en cualquiera de los continentes exceptuando en la Antártida, ya que necesita una climatología más templada y tropical, regiones donde por lo general, van a habitar mayor número de presas. Su lugar de descanso se va a encontrar bajo tierra, siendo capaz de enterrarse varios centímetros para salir en la oscuridad de la noche. También le gusta refugiarse en troncos que han sido derribados, o debajo de las piedras. Por estos motivos, se aconseja enormemente que cuando se vaya al bosque, se evite mover piedras o levantarlas, ya que se mueven muy rápido y pueden picar.

Su cuerpo es muy resistente, pudiendo vivir con una temperatura de 10 grados, sin embargo, si baja más de esa temperatura morirá. En los casos en los que encuentre la temperatura muy fría, buscará hibernar para esperar al verano o la primavera.

Reproducción de la escolopendra

Estos insectos pueden aparearse una vez que han cumplido el año de vida, siendo en marzo o abril la época perfecta en la que se da este proceso reproductivo. Una vez que la hembra ha sido fecundada, pondrá los huevos en un túnel debajo de tierra o en un lugar seguro, teniendo un máximo de 30 huevos por ciclo reproductivo. Durante el mes que duran los huevos en eclosionar, la hembra será la única que se encargue de ellos, protegiéndolos de cualquier peligro. Sin embargo, si durante este tiempo comprueba que se encuentran en mal estado o simplemente teme por la seguridad de sus huevos, va a ser ella misma la que se los coma, con el fin de tener más nutrientes y fuerza para poder volver a aparearse.

Las escolopendras y los humanos

Debido al crecimiento de la población mundial y sobre todo a la deforestación, algunas de las especies de escolopendras se encuentran en peligro de extinción, por lo que se tiene un seguimiento para evitar, por lo tanto, que desaparezcan. Otras, sin embargo, son comercializadas a nivel mundial como mascotas, siendo criadas y mantenidas en un terrario, al igual que si se tratase de una iguana, una araña o cualquier otro animal, dándole para su supervivencia todo tipo de insectos o reptiles.

En el caso del contacto de la escolopendra con el humano, cabe destacar que es importante evitar su contacto, ya que en el momento de que se sientan amenazadas morderán y secretarán su veneno. Este veneno no va a ser mortal para una persona adulta, pero si puede causar muchos estragos a un menor o a una persona que está enferma. A pesar de no ser letal, su picadura es extremadamente peligrosa y, por lo tanto, quedará en la piel del afectado una cicatriz que puede durarle toda la vida. A día de hoy, todavía no se conoce todos los compuestos que tienen estos insectos en su veneno, pero si es cierto que se está investigando en la utilización contra el cáncer.

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